Vino Tinto más Blanco no es igual a Rosado

De nuevo la polémica está servida entre los viticultores y bodegueros europeos y la Comisión Europea, tras conocerse, a principios de Diciembre de 2008, un nuevo proyecto de Reglamento para anular la prohibición de elaborar vinos rosados de mesa mediante la mezcla de vinos blancos y tintos.

Los vinos rosados, tradicionalmente, han estado ligados a determinadas zonas de producción como Cigales, Navarra, León y Levante. Estos vinos se han considerado, en muchos casos, como vinos secundarios y poco apropiados para dar fama a bodegas y zonas de producción. Su elaboración es similar a la de los blancos, aunque a nivel administrativo se consideran tintos, salvo para los contenidos en sulfuroso, donde tienen tratamiento de blancos.

En primer lugar es importante conocer las diferencias de elaboración entre un vino elaborado desde la uva como rosado y un vino «rosado» de mezcla, también llamado clarete.

Para la elaboración de rosados se utilizan uvas tintas o mezcla de uvas tintas y blancas. Durante el proceso de elaboración, se produce una maceración de las uvas; este contacto del mosto con los hollejos, que dura desde unas pocas horas hasta algunos días, es el que produce la extracción del color. Posteriormente se produce una separación del mosto coloreado de los hollejos y se fermenta de igual manera que un vino blanco. Generalmente se utilizan dos técnicas para la separación del mosto del hollejo:
el prensado, donde las uvas se reciben directamente en la prensa, de forma similar a las uvas blancas, se realiza una maceración dentro de la prensa y se produce el prensado de las uvas obteniendo el mosto con una intensidad de color más o menos elevada.

La otra técnica es la del sangrado, últimamente muy de moda a raíz de las nuevas tendencias de elaborar vinos tintos concentrados. En este caso se realiza un encubado de la uva y tras realizar los remontados oportunos a fin de extraer y homogeneizar el color, se produce un sangrado del mosto. La pasta sobrante se puede prensar para obtener un rosado de mayor intensidad colorante o se puede utilizar para elaborar tintos de doble pasta o de gran extracción.

El auge y proliferación de rosados en los últimos tiempos tiene mucho que ver con este último tipo de elaboración, donde lo que se pretende es tener mayor relación hollejo/mosto, para obtener vinos tintos de mayor concentración. Así, el rosado, en bastantes casos, puede considerarse un subproducto de la elaboración del tinto, al que se le intenta sacar un valor añadido.

La elaboración de claretes o rosados de mezcla, se realiza por la mezcla de vinos terminados con una base de vino blanco y un 2-3% de vino tinto, en función de la intensidad de color que se desee.

La polémica surge cuando el 27 de Enero se produce la votación favorable de una nueva propuesta de prácticas enológicas por parte de un Comité de Expertos del Vino de la Comisión Europea.

Los argumentos esgrimidos por la comisaria europea de Agricultura, Mariann Fischer Boel, para la autorización de esta práctica, es que se trata de una técnica autorizada por la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV), y por tanto que se está realizando en otros países, con lo que los productores europeos están en desventaja frente a otros competidores extracomunitarios.

Lo que la nueva normativa pretende es algo que no es nuevo y mucho menos en España, donde la mezcla de vinos blancos y tintos para elaborar vinos claretes de mesa, se ha estado realizando hasta fechas bien recientes, merced a una derogación de la polémica ley que se pretende cambiar ahora.

Los detractores además se oponen a los nombres que se pretenden dar al consumidor en el etiquetado para rosados y claretes: los rosados elaborados desde la uva como tal, se llamarían «rosado tradicional» frente a los rosados elaborados a base de vino blanco y tinto que se denominarían «rosado de mezcla».

Bajo toda esta polémica, subyacen intereses políticos y económicos diferentes en cada país. El país que se opone, en todos los sectores, más frontalmente a la modificación de la normativa es Francia, primer productor mundial de rosados; Italia, segundo productor, también se opone frontalmente a esta modificación, mientras que España, tercer productor junto con EEUU, no tiene una opinión unánime entre productores, que se oponen, y gobierno, que no se ha pronunciado y es favorable a permitir las practicas autorizadas por la OIV.

El sector más crítico argumenta que esta normativa solo beneficia a embotelladores, a los que se le permite dar una salida a las enormes cantidades de vino blanco almacenadas, además de que se eliminaría la estacionalidad de la oferta de este vino de demanda creciente, con lo que se produciría un bloqueo de los mercados.

Lo que si parece claro es que permitir las prácticas enológicas aprobadas por la OIV, es un paso que se ha de dar en Europa, para poder competir en mercados exteriores, más preocupados con el precio, que con la calidad de los productos. También parece necesaria una armonización de la legislación europea relativa al vino, donde existen numerosas excepciones territoriales.

La votación para la aprobación definitiva, que estaba prevista para el 19 de Junio, se ha pospuesto hasta después de las elecciones europeas, el 19 de Julio. En estos casos es bien sabido, que los temas delicados no se abordan antes de unas elecciones.

Roberto Martínez, enólogo.